Por María Soledad Roca Salazar[1]
Los expertos, antes, creían que el cerebro
fetal era inmaduro, incapaz de pensar o tener memoria y que no era posible
ningún proceso de aprendizaje que no fuese una respuesta refleja, pero, en la
actualidad, se sabe que, durante las primeras semanas de vida, el cerebro del
feto empieza desarrollarse al igual que sus funciones, las cuales no solo se
encargan de comandar órganos, sino conductas y emociones desde antes de nacer.
Esta información ha sido develada por las neurociencias, la psicología
evolutiva y el psicoanálisis. Estas disciplinas han estudiado la organización
del cerebro prenatal desde el vientre materno. A esto se suma el hecho de que
se ha descubierto que, durante la gestación, la conexión madre-bebé no solo
ocurre a nivel físico, sino también perceptivo-psicológico, lo cual propicia la
asimilación de estados emocionales de la gestante y su actitud vivencial frente
al niño. El útero se convierte en una fuente de estimulación difícilmente
reemplazable que condiciona el desarrollo del bebé fetal. Las dos fuentes a
través de las que la madre se comunica con su hijo son el canal sonoro, constituido
por la percepción del latido cardiaco constante y tranquilizador, y el canal
humoral, que permite el transporte de sustancias endocrinas vía placentaria y
su actividad neurovegetativa, por lo que el estado psicofísico de la madre,
reflejado por sus secreciones endocrinas afecta al feto. En definitiva, del
paradigma que consideraba al bebé antes de nacer como un ser incapaz, que no se
comunicaba ni se enteraba de nada, se ha pasado a uno nuevo que ha demostrado
las capacidades del bebé en el vientre
materno.
A la luz de los hallazgos antes mencionados,
a inicios de los 90, surgió la estimulación prenatal propiamente dicha, que se
refiere a todo tipo de estímulos a los que el feto está expuesto de
forma sistemática y que potencializan su desarrollo cognitivo, sensorial,
físico y emocional. El fin es facilitar la comunicación y el aprendizaje del
bebé por nacer mediante la realización de actividades y la aplicación de
diferentes técnicas organizadas (auditivas, visuales, motoras y táctiles). Para
ello, es importante que la estimulación prenatal se empiece a temprana edad
gestacional, ya que a mayor cantidad de sinapsis generadas por este proceso, se
incrementará la capacidad de comunicaciones en la masa cerebral, por lo que
serán más efectivas en su función y más perfectas en su estructura. En
consecuencia, la capacidad mental y cerebral del feto habrá aumentado tanto como
se haya estimulado y apoyado tempranamente la conformación y funcionamiento del
sistema nervioso central.
En el texto "Técnicas para la
estimulación sensorial de madres embarazadas y niños en edad temprana", Terré (2005) hace referencia a investigaciones relacionadas con la estimulación
prenatal. Los estudios revelaron que el bebé uterino puede patear, abrir y
cerrar las manos, girar el cuerpo, fruncir el ceño y puede moverse al tratar de
localizar la fuente de un estímulo sonoro o visual. También, evidenciaron que las
emociones maternas son capaces de aumentar la frecuencia cardiaca fetal, signo de interés y atención del ser
intrauterino debido a la aceleración de su corazón cuando escucha y reconoce la
canción de cuna cantada por su madre. Esto sacó a la luz la capacidad del bebé para
obtener información de su entorno intra y extrauterino y de permitirle, a
través de su sistema nervioso y muscular, aprender y responder a variados
estímulos. Así como la audición y las habilidades motoras están desarrolladas
en el feto, el tacto, la visión, el gusto, el olfato y la memoria también.
Por lo anteriormente expuesto, los programas
y técnicas de estimulación prenatal se han orientado a trabajar vista, oído y
tacto, además de las destrezas motoras y la relajación. Inicialmente, para el
logro de este objetivo, la estimulación estaba dirigida al trabajo con el feto.
Luego, se incorporó a la madre, pues los programas de intervención buscaban aumentar
el bienestar de la gestante y, a través de él, conseguir esa sensación
placentera para el no nacido. De la misma forma buscaban enriquecer sus
experiencias y ayudar a la madre a disfrutar de ese periodo especial, además de
potenciar sus sentimientos de seguridad física y emocional. Finalmente, se comprendió que la intención real de la
estimulación es ayudar a formar un niño que sea capaz de afrontar la vida en el
futuro, con sentido común, coherencia, inteligencia y buen humor. Para ello, es
fundamental el rol que, día a día, desempeñan los padres, que establecen un
vínculo sólido y duradero con su bebé en un ambiente agradable y tranquilo,
donde este pueda moverse y sentirse feliz. Además, comunican el amor que
sienten por sus hijos, clave para lograr un crecimiento y aprendizaje óptimos.
Revisando la bibliografía y las
experiencias aplicadas en diferentes centros, el método Leiva es uno de los
pocos programas que se centra en el trabajo de sensibilización afectiva y
actitudes paternas y maternas hacia el bebé a fin de fortalecer las bases de su
inteligencia emocional. En otras palabras, este programa ayuda al bebé en su maduración
neurológica y los procesos de vinculación entre este y sus padres en relación
con la organización de las emociones del bebé desde la estructura prenatal.
Para sensibilizar estos procesos, primero, se trabajan técnicas de fluidez
energética con el Tai Chi, que ayudan a reorganizar las vías de sensibilidad
afectiva, circulares en las mujeres y rectas en los varones. Con ello, se busca
el movimiento suave y armónico de manos, hombros y cabeza para darle apertura a
las posturas rectas y propiciar la fluidez de energía y manejar la rigidez. Estos
son los movimientos que se necesitan para abrazar, acariciar y lactar, ya que
le dan la oportunidad al cerebro de dar movimientos suaves armónicos de fluencia
energética para ayudar al cuerpo a sintonizarse con las emociones y sus
pensamientos, y regular los avances en todos los niveles. Después, se trabaja
la sensibilización afectiva en tres fases: primero, la experiencia vivencial
entre la madre y el feto; luego, la sintonización afectiva entre la pareja y,
finalmente, la sintonización afectiva de la familia (madre, bebé y padre).
A
diferencia de las otras propuestas centradas en potenciar habilidades
cerebrales en el bebé prenatal, el trabajo de Leiva, además, promueve la
atención integral de la madre, padre, pareja y la familia. Además, potencia
mejores respuestas neurológicas en el bebé. Asimismo, promueve una mayor
compenetración de las funciones psicológicas en las figuras paternales así como
el dinamismo de integración en la organización familiar reforzándose las
identificaciones psicosexuales hombre-mujer. A esto se suma el incremento de la
tolerancia a los síntomas de la depresión posparto. También, favorecen las
posiciones psicológicas en la lactancia materna y reforzar la función de madre
maternal.
Referencias bibliográficas
Manrique, B. (24 de setiembre de 2016). Abran
paso al bebe. Recuperado de:
http://www.abranpasoalbebe.com/estimulaciónprenatal.htm
Paricio,
D. (s/a). (28 de setiembre de 2016). Estimulación prenatal. Recuperado de:
http://mural.uv.es/diapan/
Ramos,
F., Gualpa, C. (2011). Técnicas de estimulación prenatal como estrategia para
el desarrollo socio afectivo del neonato. (Proyecto de tesis de licenciatura).
Universidad estatal del Milagro. Recuperado de: https://es.scribd.com/document/246135831/Tesis-Tecnica-de-Estimulacion-Prenatal-222
Vidal, M.
(2007). «Intervención sensoriomotora». Gómez, A., Víguer P. y Cantero,
M.J. (Coords.). Intervención temprana. Desarrollo óptimo de 0 a 6 años. Pirámide. p. 105.
Terré (2005). Técnicas para la Estimulación
Sensorial de madres embarazadas y niños en edad temprana. Manual Práctico.
[1] Magíster en Educación, directora del Departamento de Psicopedagogía de CALO
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